Si una oportunidad te sonríe a los ojos, tienes que aguantarle la mirada hasta las últimas consecuencias. Y el Madrid no piensa pestañear en lo que queda de Liga. La cabeza privilegiada de Gareth Bale volvió a resolver un día complicado, un testarazo de campeonato para derribar un muro, físico y psicológico, que se empezaba a hacer demasiado alto para los de Zidane llegados al minuto 80 y que se derrumbó dejando a la vista el camino a la Liga.
De la Real poco más se puede decir que su última jugada. Falta peligrosa cerca de la banda, cerca del área, y con Rulli presto al remate. Illarra no la levantó un palmo del suelo y el partido se acabó.
Bien cerrado atrás, el equipo de Eusebio embreó la zona que cubría su defensa y la primera línea del centro del campo, haciendo imposible que el Madrid acampase allí. James, más voluntarioso que acertado, participó en las dos primeras ocasiones en una suerte que no parece reservada a alguien de su categoría pero que domina de lujo, la puntera. Con ella asistió a Bale, que chutó desviado, y con ella probó a Rulli, que respondió entonces y siempre.
Con muchos cambios en el once, el Madrid no se encontraba porque no encontraba a Modric. Luka es el puntito azul del GPS blanco, el que lo ubica, el que triangula su posición. El que coge al equipo por los hombros cuando está nervioso y lo tranquiliza. Pero empezó a jugar y a dominar. Aun en un partido poco vistoso, empezó a dejar detalles de los suyos, como controlar balones con el pecho como quien se aplica Vicks VapoRub hasta que se le derrama a la bota, y a encontrar huecos donde otros veían persianas bajadas. Sus recopilaciones de jugadas bien podrían tener la categoría de poemarios.
No encontraba camino el Madrid, pero por alto empezó a hacer sendero. Cada córner y cada centro acababa en remate. Empezó a pisar por ahí y acabó fabricando un puente aéreo que le serviría para ganar.
El minutero fue navegando en un mar de tarjetas, faltas e imprecisiones. Durante un buen rato pareció que el colorín colorado del Madrid en Liga se escribía en Anoeta y la depresión de juego se contagiaba al ambiente. Avisó Bale con una ocasión clarísima, cazó un zurdazo en un claro del área, pero el pie de Rulli le negaba el gol. Pero el galés se cambió la chaqueta, se quitó las referencias al Ejército de Tierra y se vistió de aviador.
Quedaban diez minutos y la Liga pasaba de guiñarle un ojo al Madrid a cerrarle el paso a sus pupilas. Isco tardó 75 minutos en salir y cinco en bautizar el gol. El malagueño, a veces redundante en el gesto, tuvo un par de acciones en las que oteó el tanto pero no encontró cómplice hasta el 80', donde miró a banda y surgió Lucas. El canterano colgó un balón que pareció más trozo de carne lanzado a una jaula de león hambriento, porque Bale saltó a por él como el niño al que se le escapa un globo. Pero Gareth lo alcanzó y lo remató a la red, el único imposible para Rulli en la tarde.
Sufrió el Madrid al final y Keylor tuvo que hacer de las suyas, pero la Real sigue sin ganar desde que tumbó al Barça y se volvieron los blancos de Donosti con tres puntos y una certeza. Por ellos no va a quedar. La han rondado, la han mirado y les ha sonreído. Pero para besar la Liga dependen de otros pretendientes.
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