Habrá derbi en Milán. Lisboa tendrá segunda parte. Tenemos tres semanas y algo para hablar de ello, para que a la hora de las comidas familiares, de las reuniones de amigos, de los encuentros de ascensor sólo haya un tema de conversación. Para que los lazos vuelvan a deshilacharse sin llegar a romperse. No lo hicieron en 2014, no lo harán ahora. Pero nos gusta el picante y el cachondeo. Y nos gusta el Madrid-Atlético.
La semifinal no pasará al recuerdo, no. El combustible del Madrid es la épica y esta eliminatoria se le presentaba como un depósito vacío. Con sufrimiento, con los otros activos del fútbol y de la vida. Cuando el talento no define, el grupo se hace persona y pelea. El Real Madrid no gana con el nombre, gana por lo que representa, por la historia de la gente que dio a luz a la leyenda y por los que intentan dignificarlo en la actualidad. Y cuando vienen malas, como vinieron al final, el equipo es lo que salva el cuello. Y cuando el esfuerzo se hace necesidad, no sobra nadie.
Los de Zidane salieron andando, a especular, con todo el riesgo que ello conllevaría con un rival extramotivado enfrente. Pero tampoco es que el City fuera el Correcaminos tras el Coyote. El partido, la eliminatoria, tenía ritmo de septiembre y premio de mayo. Se lesionó Kompany y tuvo que ser un defensa el que rompiera el partido. El 15 de blanco, el chico de la casa, el que puso la primera piedra imberbe y ahora es héroe barbudo. Carvajal, que juega como si estuviese conectado de forma invisible a la red, como un tranvía o un coche de choque, metió un balón en profundidad a Bale, actual sastre de sonrisas del Real Madrid, que en su intento de centrar con la derecha encontró la colaboración de Fernando y clavó el balón en la escuadra.
Con Modric intentando manejar un centro del campo huérfano de ancla sin Casemiro pero libre de moverse en función de la marejada del partido con Isco, los blancos tuvieron contra las cuerdas a unManchester City que siempre se mantuvo a la distancia pero que nunca lanzó los puños. Pero no soltó el derechazo del K.O. y buscando la campana del final del primer asalto el Madrid sufrió una bajada de tensión. Ahí es donde aprovechó Fernandinho para pegarle un meneo al palo de Keylor con un derechazo que hizo latir al unísono el corazón en las gargantas madridistas. Al tragar saliva y corazón se expelió un "Uy" que tuvo eco durante todo el descanso
Touré, haciendo gala del apodo de su selección, fue más elefante que elegante. Se movió pesado sobre el césped y el Madrid respiró mientras estuvo en el césped. Tampoco fue el día más activo deCristiano, hiperactivo en una jaula, lo intentó pero sin mucho recorrido. Es difícil adivinar el tanto por cierto al que se encontraba para jugar, pero queda claro que el número no se acerca al 100.
Entre tanto inmovilismo salió Lucas entre una gran ovación del público. Se pegó un sprint nada más salir que le hizo parecer explorador entre momias. Sólo se movía él ante la cámara. Su exceso de adrenalina le pudo costar caro en una de las últimas acciones del partido en la que atropelló a Sterling. Literalmente. Hart sacó un par de veces el segundo a Cristiano y a Lucas, antes de que Bale probase el sabor del larguero. Otro vuelo sin motor le hizo elevarse por encima de la zaga del City, pero el travesaño le negó el doblete de gloria.
Y llegaron los últimos 20 minutos, llegó el sufrimiento. El City no hacía nada, pero tú dile a un tío que está de pie rezándole a todos los santos en los que no cree que el árbitro pite el final si sufrió o no. En el 89' llegó el apoteósis de la agonía. Un chut lejano de Agüero se acercó a la portería de Keylor y los segundos se hicieron tan espesos que se podía escribir un cuento de cada uno de ellos. Volaba la bola, uno pensaba "No ha hecho nada en 179 minutos y verás ahora", el otro, el que se sacaba el codo de su amigo de la boca, no se lo podía creer. "Si este tenía que estar jugando con nosotros...", murmuraba con una frase más larga que el tiempo del disparo. Y se marchó por encima del larguero.
El Madrid no voló hacia Milán, acudió a su encuentro en peregrinación. Pero está en la final, con el Atlético, y la ciudad se prepara para lo que se le viene encima. Otra vez tú. No se puede sentir otra cosa que no sea nostalgia del propio presente. Está siendo tan intenso y genial que nos vemos en unos años echándolo de menos en vez de disfrutarlo. La gran final de la Champions se vuelve a jugar en el Paseo del Prado.
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