Los grandes caen con estrépito, preguntándose en pleno vuelo qué han hecho de malo para partirse la crisma contra el suelo. Si antes de la visita a El Madrigal se decía que sólo el Barcelona podía perder la Liga, tres semanas después los azulgranas están en ello. Un punto de 12 y la eliminación europea retratan el desplome azulgrana, al que esta vez no le sirvió ni jugar bien ni poner actitud. Los errores puntuales, la falta de fe y la inspiración del Valencia, encarnada por Diego Alves, provocaron una derrota imprevista. Hay crisis.
Y eso que el arranque fulgurante del Barça anunciaba una reacción vigorosa. Los azulgranas entraron a todo trapo en el partido, validando el plan de Luis Enrique. Mantuvo el once de gala con la excepción de Dani Alves, que apareció sonriente en el banquillo. Como si el vídeo del pelucón no le hubiera costado la titularidad. Alegría. La cuestión es que en 15 minutos los azulgranas forzaron cinco llegadas y dos ocasiones clarísimas que requirieron los servicios de Alves, Diego, un gato bajo palos.
Remató desde muy cerca Messi, solo, tras una gran maniobra de Suárez y el portero brasileño metió un guante duro. Poco después, en el 12, Messi fue vivo y dejó solo a Ney, que buscó el globo. Alves frenó, se estiró hacia atrás y no hizo una parada, hizo un póster. Otra llegada de Alba a la que no llegó por milímetros Suárez completó ese inicio intimidatorio.
Pero el Valencia ya no es el que bordeó el precipicio. Se sacó el plomo de las botas ante el Sevilla, y lo demostró en cuanto el Barça quiso tomar aire. Con el centro del campo superpoblado, un robo a Busquets sirvió para que Rodrigo se plantase solo ante Bravo. Ajustó mucho al palo y se le fue. El Camp Nou comprendió que la noche pintaba fea por cómo se resolvió el siguiente intercambio de golpes. De una contra que Alves le sacó a Messi con otra mano increíble se pasó al autogol de Rakitic al tratar de tapar un centro de Siqueira, bien habilitado por André Gomes.
El 0-1 atacó el sistema anímico del Barça. Produjo pocas llegadas antes del descanso. Tras una falta sobre la barrera recogió Messi de nuevo solo y su cabezazo a quemarropa volvió a ser contestado con otra salvajada de Diego Alves. Envalentonado por un portero invulnerable, el Valencia se estiró antes del descanso, empezó a combinar, trenzó un pase tras otro y construyó un monumento. El exquisito final entre Parejo y Santi Mina coronó todo un homenaje coral al juego de toque, ese que convirtió al Barça en referencia.
No quedaba otra que la heroica para remontar en medio partido lo que el Madrid hizo en un encuentro entero. No faltó actitud en el grupo azulgrana, que por momentos arrinconó en su área al equipo de Ayestarán. Pero el Valencia, que hace un par de semanas era un cúmulo de desgracias, resbalones y despistes, se sintió fuerte en el papel de saboteador de la Liga. Defendió con orden, facilitado por la ansiedad azulgrana, y ni siquiera se descompuso cuando Messi rompió su maleficio coronando una combinación con Alba.
Quedaba tiempo por delante y faltaba oxígeno en los azulgranas, fatigados por el esfuerzo del Calderón. Ni siquiera mandó a nadie a calentar Luis Enrique, que no encontró en el banquillo ningún Nolito o similar con quien subir las revoluciones. Ni Alves, ni Aleix, ni Munir... Por esto pidió refuerzos en invierno, porque no ve opción en caso de emergencia. Y porque tampoco vio un desmayo evidente en los suyos, que lo intentaron por encima de sus fuerzas. Otra cosa es que estén más que justas.
El Valencia salió poco, en parte porque se sentía cómodo al abrigo de Alves. Aún sacó el meta otro remate venenoso de Rakitic. Con el Camp Nou hirviendo, Neymar bajó la temperatura escogiendo mal en todas las acciones. Por primera vez brotaron algunos silbidos contra el brasileño, que acabó
Ya con Piqué como ariete y Mascherano como único tapón, lo increíble fue que el marcador no se moviera. Alcácer despejó en lugar de embocar en el balcón del área chica, sin oposición. Y si parecía imposible fallar el 1-3, fue Piqué quien desperdició el empate con un balón botando, controlado, al borde del área pequeña. Junto al palo se marchó el disparo y toda la renta del Barça, que no entiende cómo se le puede escapar una temporada destinada al Museu. Ahora ya no tienen margen. O espabilan en Riazor o se les puede hacer larguísima la temporada.
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